La fantasía, la culpable de hacer mover lo de naturaleza inerte, aquellos sueños e ilusiones perdidos en el remanso del subconsciente. La que atesora la razón que impulsa a narrar sutilmente pasiones, miedos, perversiones y obsesiones. La que ha sobrevivido trastocada bajo la sombra de su evanescente e intangible existencia para contar a su manera lo inexplicable del destino que le atañe y aprovecharse de situaciones como: la inagotable perplejidad que origina un deseo frente a un aparente y simple contraste entre un azul profundo del cielo con respecto a un con fin lejano del horizonte.

La fantasía, la que me sumerge en la existencia como un instrumento para hacer tangibles cada uno de los efectos generados por las circunstancias encontradas en la vida misma.

La fantasía, felizmente condenada a penar de manera irreversible en un camino certero para cumplir su destino una vez ha eclosionado a la luz; a volar…