Sin título

Una semiótica de la mirada, una lectura de la mirada como signo dirigido, permite establecer distinciones sobre lo observado. Es por eso que en mi condición de transeúnte, la observación del recorrido me señala la ciudad, como un soporte de acción general, de todo un conjunto de posibilidades heterogéneas. En esta medida cada uno de los elementos que hacen parte de ella, obedecen por medio de un sistema constante de fluidos rutinarios, siguiendo los lineamientos y parámetros físicos en los que está dada. De esta manera, cada elemento transeúnte que ocupe un espacio, se convierte en parte aditiva del sistema, aporte pasivo o activo de sucesos perecederos o efímeros que la construyen y la deconstruyen. En mi tránsito por la ciudad es impuesto el señalamiento del objeto de estudio. Él se da en la medida en que me topo con algo, que invita a desear de ese suceso particular en medio de la cotidianidad. Es un algo «fortuitamente aparecido», pero que siempre ha estado allí, planteado en ese contexto real. La metáfora dentro de este proceso forma parte del terreno de la experiencia cotidiana y del fuir de la imaginación simbólica, en el que cada objeto, personaje o acción reclaman su propio espacio y quedan inscritos en una lógica que los hace significar, por eso cada «símbolo» utilizado, es una forma a la cual mi imaginación le confiere un sentido, mediante el cual, las propiedades objetivas, subjetivas y funcionales permiten la reorganización de un discurso de ficción evocador que despierta situaciones memoriales y conneDiorables. Ese mismo desarrollo del discurso, me permite vivirlo de una manera divertida, me hace repetir, evidenciar, reinterpretar y ante todo, jugar y disfrutar minuciosamente de cada detalle, de cada acción. Los objetos presentados, los concibo como un registro visual poseedor de propiedades físicas de lo existente en la realidad, dando lugar asi a objetos que puedo llamar reales, por que desde el inicio de su creación involucran un tiempo de realización y ocupan un espacio, pero no dejan de ser produciidos minuciosamente como artificios técnicos, que en su momento nos permiten entrar en el juego, que inicia desde lo bidimensional y se prolonga buscando conjugarse con lo tridimensionalmente propuesto de los personajes y objetos, generando de esta manera, una evocación narrativa en un contexto cotidiano especifico.